CONTIGO APRENDÍ

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CONTIGO APRENDÍ

Nataly me lo dejó claro el primer día que llegó a mi consulta: “No me gustan los abrazos”. Venía referida por dos amigas de su universidad que habían sido mis pacientes. Ellas muy seguramente le habían contado que soy abrazadora.

La pandemia me cambió un poco. Respeto la paranoia y el miedo al contagio que deambula en la mente de muchos.

El tiempo de Nataly era la época en que éramos felices y abrazaba sin problema de contagio, cuando caminábamos sin la sensación de que andábamos en un mundo lleno de leprosos.

Así que Nataly entró por la puerta y lo primero que me dijo fue “yo no quiero que me abraces, en mi casa eso no se acostumbra”.

Le prometí hacer mi mejor esfuerzo y no abrazarla en ningún momento.

LA NEUROPLASTICIAD NO OCURRE ESPONTANEAMENTE

A veces lo olvidaba, lo abrazaba y luego le pedía disculpas.

Nataly estuvo algún tiempo conmigo y luego terminamos proceso.

Años después me pidió un espacio. Necesitaba compartirme una decisión importante en su vida.

Lo primero que pensé fue “voy a tener clara su exigencia: nada de abrazos”.

El día de la cita el agua arreciaba de forma inclemente. Teníamos nuestro encuentro a las 6 p.m.

Nataly llegó a las 6:20 p.m. pidiendo perdón por la tardanza, estaba emparamada de pies a cabeza… se quedó parada en el vano de la puerta y me reclamó: “¿no me vas a dar un abrazo? Contigo aprendí, ¡ahora los abrazos me encantan! Suena a canción y  así pasó.

Así quiero responder a Bruna, que me dijo ¿y cómo le hago para incrementar la oxitocina, esa hormona del amor, cuando en mi casa no me enseñaron a abrazar y a me incomoda?

A dar abrazos se aprende, empieza hoy.

A recuperar los hábitos sanos para ver bien se aprende aquí:  en Recupera tu #visión natural: https://goo.su/6lnH

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