21 Jun Con amor y ayurveda se fue mi insomnio
Después de mi fallido e impactante encuentro con el terapeuta «de las terapias absurdas» retomé las recomendaciones de la medicina ayurvédica de las que he sido fiel estudiante y ferviente seguidora. Recomencé con las rutinas para equilibrar mi naturaleza que según esta ciencia es vata-pita. Así que retomé el abhyanga, los masajes matutinos con aceite. Es maravillosa la feliz coincidencia, en sánscrito aceite se dice sneha y significa tanto “aceite” como “amor”.
El aceite que se usa para el masaje es de ajonjolí curado y tibio, y tiene innumerables beneficios, tales como que: mejora de la circulación, tonifica los músculos, calma el sistema nervioso, lubrica las articulaciones, aumenta la agudeza mental, mejora la eliminación de las toxinas del cuerpo, suaviza la piel, mejora la visión, eleva los niveles de resistencia y por supuesto mi objetivo principal: promueve un sueño profundo…
El masaje se realiza en todo el cuerpo iniciando por el cuero cabelludo las orejas y terminando en los pies. Evita este masaje cuando tengas el ciclo menstrual, ya que en este periodo el cuerpo está siendo retado, si sientes la piel muy seca entonces puedes hacerlo sólo por espacio de cinco minutos. También evítalo cuando estas embarazada, sientes estados febriles o estas muy débil.
Incluí en mi rutina de nuevo sesiones de yoga, realizando de forma alternada un día kundalini yoga y al siguiente hatha yoga. Así mismo incrementé mis sesiones de meditación.
La noche siguiente de comenzar con mi nueva rutina ayurvédica recibí la cereza del pastel, un cierre de ritual con broche de oro. Había trabajado todo el día arduamente, estaba agotada. Me fui a la cama temprano, cerca de las 9 de la noche. Es importante recogerse temprano, respetando los ciclos del despertar y el dormir de la naturaleza. Mi hijo menor Daniel, se apareció en mi cuarto:
- Mami, ya estas acostadita, ¿muy cansada?
- Sí hijo. Espero dormir bien, estoy trabajando en ello.
- ¿Sabes? Yo voy a ayudarte para que duermas súper bien.
Daniel me tomó en sus brazos y comenzó a arrullarme y a cantarme una canción como las que yo le cantaba cuando era bebé…
- Hijo, las mamás son las que arrullan a sus hijos, no los hijos a las mamás.
- Madre tú me arrullaste muchas veces cuando era niño, ahora me toca arrullarte a ti.
Sé que los roles se cambian, que nuestros hijos pasan a ser nuestros cuidadores, casi nuestros padres, aún no ha llegado ese momento para mi etapa cronológica, pero ese tierno gesto me inundó de amor profundo y fue la cereza del pastel para continuar durmiendo cada noche como un bebé.
Esa noche y las siguientes han sido maravillosas. A veces cuando me salgo de nivel por las carreras del día a día, puedo tener una mala noche, volver a mis rutinas: mis masajes, meditaciones, mis clases de yoga, cuidar mi alimentación y tener en mi ser la impronta de ese regalo de amor de mi hijo Daniel me permite dormir maravillosamente cada noche.
Lo sentimos, el formulario de comentarios está cerrado en este momento.