09 Jul Una forma encantadora de pedir
Respeto todos los credos y creencias religiosas, las oraciones que como católica aprendí en el seno de mi hogar no me conectan con la divinidad, pero un texto como estos sí que lo hace, pues va más allá de repetir como lorito. Es de Antoine de Saint-Exupéry, autor del famosísimo “El Principito” el gran aviador que se alistó en la marina francesa durante la Segunda Guerra Mundial.
En un período particular de su vida, escribió esta bella oración a la divinidad para pedir un regalo raramente invocado: aquel de la sencillez y de la fidelidad tranquila y serena en las pequeñas decisiones de cada día.
No pido milagros y visiones, Señor, pido la fuerza para la vida diaria. Enséñame el arte de los pequeños pasos.
Hazme hábil y creativo para notar a tiempo, en la multiplicidad y variedad de lo cotidiano, los conocimientos y experiencias que me atañen personalmente.
Ayúdame a distribuir correctamente mí tiempo: dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario.
Te pido fuerza, auto-control y equilibrio para no dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día.
Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible, y a reconocer que esta hora es la más importante.
Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien. Otórgame la lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas y los fracasos son oportunidades en la vida para crecer y madurar.
Envíame en el momento justo a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor.
Haz de mí un ser humano que se sienta unido a los que sufren. Permíteme entregarles en el momento preciso un instante de bondad, con o sin palabras.
No me des lo que yo pido, sino lo que necesito. En tus manos me entrego.
¡Enséñame el arte de los pequeños pasos!
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