15 Abr Tus palabras marcan a fuego a tus hijos
Muchas veces los padres en medio de la ofuscación, de los trajines del día a día o con una broma hacemos juicios y expresamos creencias y pensamientos sobre nuestros hijos y sus actitudes. Lo hacemos de manera inocente y con la mejor intención. Sin darnos cuenta que de una buena o mala manera lo que expresamos deja una huella profunda en la psique de nuestros hijos y más tarde eso lo retará y lo empoderará o le traerá grandes problemas.
A todo esto le llamamos mandatos, una mirada, un consejo, una frase de alguien significativo, de alguien importante en la infancia que se incorpora. Esa incorporación podemos hacerla de manera consciente y lo recordamos o de manera inconsciente, no lo recordamos. De lo que no eres consciente es de la fuerza que ese mandato tiene. Todo depende de cómo su psique la lee, la recibe.
Eso no lo sabía el padre de Danna cuando como padre amoroso quiso protegerla del fracaso y tuvo miedo de que se embarcara en un sueño infantil. Esta es su historia:
Cuando Danna terminó su educación media, quiso estudiar ingeniería espacial, le parecía lógico, sus padres eran ingenieros espaciales. El primer semestre fue una pesadilla aterradora, estaba en otro país, con otra cultura, con nuevos compañeros , un nuevo clima, otro idioma, sentía que no encajaba en ese contexto. Trasegó por los primeros semestres sintiéndose todo el tiempo perdida y sin rumbo. Y en su cabeza una frase machacándole “no puedo fallarle a mis papas”.
Cuando iba por el cuarto semestre no sabía cuál de las materias la aterrorizaba más: cálculo vectorial, Análisis de circuitos eléctricos, Mecánica de materiales, Métodos numéricos o probabilidad y estadística. Conmocionó y entró en una profunda depresión: su estado de ánimo se fue al suelo, no le apetecía comer, el insomnio la tomó por su cuenta, se sentía agotada, inútil, quería morirse, bajó mucho de peso, se armó de coraje y habló con sus padres: no quiero estudiar más… fue en ese momento que Danna acudió a mi consulta.
En estos casos los padres siempre ejercen una sutil presión para que nuestro rol sea el de convencer al estudiante que deja una carrera, que se la tome con calma, que termine esa y luego empiece la otra opción que más le gusta. Nuestro papel como psicoterapeutas es enfocarnos en indagar qué fue es lo que realmente sucede.
En las primeras sesiones Danna estuvo resistente, luego de manera gradual se fue soltando, entonces en el proceso Danna empezó a vivenciar la presentación de sus exámenes:
—Voy a presentar métodos numéricos, estudié mucho, pero siento que voy a perderlo” tengo muchos pensamientos. Mientras lo presento me repito una y otra vez: voy a fallar, voy a fallar, tengo mucho miedo”…
La invito:
—Ahora Dana ve al origen de este contenido, quiero que vayas profundo muy profundo para encontrar qué o quién te instala esta creencia.
Dana responde:
—Tengo 9 años, canto con mi papá, me gusta mucho cantar, nos gusta cantar juntos, me dice que lo hago muy bien. Ahora es de noche, vemos la televisión con mis hermanos, están presentando la voz Kids España, le digo a papá: quiero presentarme en la voz kids, él me dice: no cariño, no quiero verte fallar, no quiero verte sufrir, ¡Bingo! a partir de allí, Danna comienza a desenredar la madeja de su miedo a fracasar y de la imperiosa necesidad de triunfar siempre.
Lo he dicho antes, aprendemos a ser padres con nuestros hijos y sólo caminando con ellos desde su individualidad, saber que nuestras palabras les dejan una huella profunda nos permite tener conciencia de lo que expresamos y por otro lado de qué manera lo que nuestros padres nos dijeron nos marcó. La buena noticia es que podemos resignificarlo, sanarlo como lo hizo Danna.
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