30 Sep ¡Sí tengo celos de mi hermano!
La llegada de un nuevo hermanito al seno del hogar, por regla general, llena de gran alegría y regocijo a los padres, no obstante el hermano que hasta entonces era el centro de la atención y quien recibía todos los mimos y halagos se siente desplazado. Los dos casos que a continuación te presento dan cuenta de esta difícil experiencia por la que atraviesan los hermanos mayores ante el advenimiento de un nuevo integrante en la familia, a fin de que seas cuidadoso con dicho manejo.
Karina es una madre joven, quiere hacer las cosas de la mejor manera, toma clases de gimnasia prenatal para preparar su cuerpo, y atiende la consulta de una terapeuta que prepara el escenario de manera adecuada al hermano que será desplazado.
A una sesión se invita al hermano mayor para contextualizar la llegada del nuevo integrante de la familia, el niño se comporta apropiadamente, afirma que quiere a su hermanito, que lo está esperando contento, pues éste le traerá un regalo. Al final de la sesión la terapeuta le pasa un muñeco que hace las veces del hermanito, y le dice: ¿este es tu hermanito, qué te gustaría hacer con él? El inconsciente del niño se asoma y responde con total franqueza: “arrancarle la cabeza”.
Luisa visita la casa de su amiga Leonor cada semana, descarga su morral de colegio y juega con Marcelo y sus dos años, él brinca, salta, se le sube a las piernas como un acróbata circense. Marcelo ha visto a Luisa en su casa desde que era un bebé, él es espontaneo, cariñoso, juguetón, Luisa lo toma en sus brazos, lo acaricia y Marcelo se deshace en maromas y piruetas. Para Marcelo la llegada de Luisa es una fiesta, todo un acontecimiento.
Cuando Marcelo tiene un año Leonor y su pareja deciden encargar otro hijo. Sólo el día que Luisa llega de visita a la casa, se dan cuenta hasta que punto la presencia de nuevo hermanito está taladrando la autoestima de Marcelo.
Luisa llegó como de costumbre después de las dos de la tarde a casa de Leonor, aún no conocía a Jerónimo, el nuevo integrante. Tocó la puerta, la empleada le abrió y sin siquiera saludarla pidió: quiero ver al príncipe de la casa, dónde está la belleza del hogar y diciendo esto se dirigió al cuarto del recién llegado. Lo vio y se derritió con él nuevo bebe, le acarició el pelo, los cachetes, le hizo carantoñas, se deshizo en piropos, sin darse cuenta de que Marcelo desde un rincón la observaba y que cada mimo para su hermano era una puñalada certera a su autoestima, nadie se dio por aludido. Marcelo salió del cuarto y empezó a tirar puertas por toda la casa anunciando su descubrimiento: ¡yo es muy feo, yo es muy feo, yo es muy feo!
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