17 Ago ¿Qué ves la paja o la viga?
Este pasaje ilustra claramente lo que ese hombre maravilloso hace más de dos mil años nos enseñó, hacernos los de la vista gorda con los errores del otro pues no somos perfectos.
En un antiguo monasterio, un discípulo cometió un grave error y a
raíz de ello se dañó un sembrado de papas. Los demás esperaban
que el Instructor Principal, un anciano venerable, le aplicara un castigo
que sirviera de ejemplo. Pero cuando al cabo de un mes vieron
que no pasaba nada, uno de los discípulos más críticos le dijo al viejo
instructor: «¿Cómo puedes ignorar lo sucedido? Después de todo,
Dios nos ha dado ojos para mirar…».
«Claro», respondió el anciano, «pero también nos dio párpados».1
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