08 Ene “No te sientas a leer, te sientas a llorar»
Releyendo la bailarina de Auschwitz rememoré otro libro visceral, lo leí hace varios años y recordé lo que mi hijo me decía: “Madre, tú no te sientas a leer, tú te sientas a llorar el libro”. Hice un artículo en ese momento, es algo largo, así que si no lo alcanzas a leer ve a mi página o a este link para leerlo completo:
Este fin de semana me fui a la India a través de “Sonrisas de Bombay”, de Jaume Sanllorente. Mi hermano Juan Carlos me entregó el libro diciéndome, “lo devoré en una noche, no podía parar”. Es verdad, empiezas y no puedes detenerte.
A TU CEREBRO EL GUSTA EL PAPEL
Acompañé a este barcelonés, en sus sueños, en sus luchas, en sus derrotas, en todos los obstáculos, en cada meta que se propone, en sus logros y todo el libro te habla de misión, de propósito de vida. Él lo expresa de una manera tan poética, tan hermosa, tan visceral, tan veraz, que todo el tiempo se te hace un nudo en la garganta. Mi hijo Daniel me dijo todo el tiempo, “madre tú no te sientas a leer, tú te sientas a llorar el libro”.
Un pasaje precioso me conmovió hasta la médula… sólo es la punta del iceberg. Lo transcribo textual, espero que a ti también te inspire:
“…la ciudad también me obsequiaba vivencias preciosas. Recuerdo una bonita escena, acaso intrascendente por sí sola, pero que no olvidaré mientras viva. Serían las doce del mediodía cuando el taxi donde viajaba se paró en uno de los múltiples cruces…una anciana se acercó a la ventanilla del coche, con una sonrisa hipnótica. Sus ojos irradiaban la bondad más absoluta y su cara, muy morena, estaba notablemente ajada, debido al paso de los años y, seguramente, también a la pena y la soledad. Era vendedora de rosas, como las que llevaba en su mano, frescas y de un rojo intenso, tanto como el interés que ella despertó en mí.
—Cómpreme una flor, se lo ruego— pidió con voz melosa—, su novia estará contenta.
—Señora, no tengo novia.
—Pues yo seré su novia— dijo dulcemente sin dejar de sonreír.
LA VIDA VA DE TOMAR DECISIONES
La ternura de aquella mujer me caló tan hondo que le compré todo el ramo, abonándole una cantidad de rupias equivalente a varios ramos más. Su expresión de alegría fue un hermoso regalo y me sorprendí contento y feliz al ver la sonrisa de aquella anciana, al pensar en su júbilo, en su ilusión. A partir de ahí empecé a percibir, de una manera intensa lo placentera que es la acción de dar. Entregar sin esperar nada a cambio. Regalar, pensando tan sólo en aquel que recibe.
…El semáforo cambio a verde y el taxi avanzó. En un intento de devolverle las rosas (ya que eran para mi novia, y mi novia era ella) las flores volaron por los aires y formaron una bonita nube roja en medio de aquella polvorienta ciudad. El paisaje que dejaba atrás era de una belleza impagable: la anciana, contenta y sonriente rodeada de pétalos rojos que danzaban a su alrededor antes de sucumbir al inevitable instante de la caída.
Agradecí profundamente el haber sido testigo de aquella preciosa imagen y que la mujer, al menos esa noche, pudiera tener unas cuantas rupias que le permitieran acostarse con el estómago lleno y el recuerdo de un momento mágico, en el lecho de cartón donde probablemente malvivía…”
Comparto la visión de Sanllorente, nuestro propósito y nuestra misión de vida ha de pasar por perseguir, pensar, sentir, hacer todo aquello que dé respuesta a una pregunta: ¿de qué manera puedo servir al otro?
Pd: nuestros ojos tienen dos funciones ver y llorar, si les impides llorar dejan de ver.
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