11 Dic No te juzgo, te entiendo
Qué es empatía me preguntó una chica, sin entender su sentido real. Le dije sencillo es lo que los abuelos llamaban, meterse en los zapatos del otro. Aquí una historia que te revela la dimensión real de meterse en los zapatos del otro, de ser empático.
Paola y Germán disfrutaban las mieles del enamoramiento, llevaban juntos diez y ocho meses y 12 días. Esa noche Germán llegó cabizbajo a recoger a Paola y mientras caminaban rumbo al parque, él le contó la mala nueva: “haré mi practica universitaria en una hacienda del viejo Caldas, nos tendremos que separar”. Germán terminaba zootecnia.
Paola no dijo nada, se abrazó a Germán mientras un remolino de pensamientos confusos atropellaban su cabeza: ¿aquí se acaba todo?, ¿nos volveremos a ver?, ¿qué va a pasar con los sueños que hemos tejido juntos? ¿Todo se iría al traste?
Paola no podía irse con Germán, él tenía una oportunidad de oro y ella pronto empezará a presentar sus preparatorios y su trabajo de grado para recibirme como abogada. Era impensable dejar todo atrás y seguir a Germán. Una idea se apoderó de Paola, vivir implica tomar decisiones que a veces duelen.
Esa noche Paola se fue a la cama con la sensación de que el mundo era otro, se habían ido los colores radiantes y habían sido reemplazados por un gris sucio que lo envolvía todo. Paola daba vueltas en la cama, sin conciliar el sueño, su larga cabellera negra le estorbaba y no le encontraba acomodo.
Mareada miraba el reloj de su mesa de noche dando los segundos, los minutos y las horas. Eran las dos de la mañana cuando el teléfono timbró, se tiró de la cama rápidamente para evitar que el repique despertara a sus padres.
— Hola.
—Por favor Paola Santiestevez.
—Con ella habla.
—Le hablamos del Hospital KLU, Germán Domínguez sufrió un accidente, en sus documentos el único teléfono que hayamos fue el suyo.
Paola se cambio el pijama rápidamente y salió rumbo al hospital.
La enfermera que la había llamado le informó que Germán había chocado en su moto contra un coche y tenía múltiples fracturas abiertas en brazos y piernas. Luego ella se enteró de que cuando Germán llegó al hospital cerca de las 10 de la noche, no había sido atendido de inmediato, pues había demasiada gente en urgencias. Había pasado la noche en un pasillo, cubierto con una sabana mientras Germán gritaba de dolor.
Al fin a la una de la madrugada el médico de turno llegó donde Germán que seguía bramando de dolor. El médico haló la sabana que se había pegado a la sangre y Germán lanzó un grito que despertó a todos los que dormían en el sector, mientras agitaba brazos y piernas, en el movimiento volaron las gafas del joven médico. Éste furioso encuelló a Germán, con tal fuerza que lo levantó de la cama y lo devolvió, la cabeza de Germán pegó contra la baranda y se le despegó de la cervical.
Dos camilleros y una enfermera corrieron por los pasillos con Germán para cuidados intensivos, ¿para qué? Germán ya se había ido. De inmediato llamaron a la policía.
Cuando Paola llegó al hospital, vio salir al joven médico esposado y escoltado por tres policías.
Meses después Paola ya había escogido tema para su tesis de grado y hablaba con su madre.
—Mamá, ya sé sobre qué tema voy a realizar mi tesis.
—Sí, que bien hija, ¿sobre qué vas a trabajar?
—Trabajaré sobre la responsabilidad penal de los médicos.
—Me parece muy bien hija, lo que pasó con Germán no puede quedar impune.
—Madre, después de lo que pasó con Germán estuve en el hospital indagando, ese médico llevaba 23 horas trabajando, a él en un momento se le acabó la vida, y Germán no va a resucitar. Mi trabajo será para defender a los médicos, no para acusarlos.
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