14 Ene EL DOLOR, UN INESPERADO MAESTRO
Andrea Ferreira (nombre supuesto) llegó a mi consulta cuando su mundo de lujo, confort y bienestar literalmente se había venido abajo. Y se negaba rotundamente a renunciar a la vida ostentosa que venía llevando. Pero la realidad le estaba dando una gran cachetada: perdió su empresa, su socio, quien era su pareja afectiva, la abandonó y se fugó a un paraíso fiscal. Poco a poco lo fue perdiendo todo.
Se pasaba las noches en vela pensando de qué manera iba a salir de esa horrible situación. Llegaba a mi consulta, elegantemente ataviada, pálida, demacrada y una nueva torre se había caído. De cliente preferencial ante los bancos pasó al ostracismo, le cancelaron las cuentas y ahora era hostigada por ellos para cancelar los créditos pendientes, ¿cómo? No tenía con que. Y se aferraba a su última fortaleza, su mansión, “por nada del mundo voy a dejar mi casa”, yo sabía que la iba a tener que dejar, ella, en su interior, sabía que de allí tendría que salir.
Un día llegó a mi consulta arrasada, “me van a quitar la casa, el abogado de uno de mis acreedores me llamó y me dijo que me la van a confiscar. Ayer desde un doceavo piso pensé: qué fácil podría salir de todo esto”.
Andrea es la disciplina personalizada, asistía a consulta sin falta, sin sacar ninguna excusa. Poco a poco fue entendiendo como cada obstáculo era una venturosa oportunidad para crecer, madurar y remontar al siguiente nivel. Se dio el permiso para la rabia, la frustración, para llorar y reflexionar sobre cómo podría haber hecho las cosas de una manera distinta, de las decisiones equivocadas que había tomado y de cómo su infancia, la relación con su padre, su madre marcaron el desfiladero por el que había caído.
Poco a poco la vi creciendo ante mis ojos, dejó de comprar afecto, de buscar la aprobación de todo el mundo, de vivir sólo para la ostentación y se permitió caminar por el sendero de lo trascendente.
Nos vimos al cierre de fin de año, sus palabras me llenaron de contento: “hoy veo esa crisis como el momento más difícil de mi vida, pero al mismo tiempo como el más hermoso, pues ha sido el momento en que más he aprendido, me siento feliz.
Aprender a ver los obstáculos, los momentos difíciles como oportunidades que vienen con disfraz, es estar abiertos al aprendizaje. Es entender que la vida es un flujo de altas y bajas y que en los momentos más difíciles me fortalecen, me ponen a prueba y sacan a la luz la casta de la cual estoy hecho.
Reflexiona un instante acerca de tus momentos de crisis, ¿Eres ahora una mejor persona? ¿Qué te han dejado esas experiencias, cuál ha sido tu aprendizaje?
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