12 Jul ¡Devuélvame el sueño!
Mi teléfono sonaba insistentemente, contesté. Al otro lado de la línea un chico me dio sus dos nombres y sus dos apellidos, lo llamaremos Santiago.
Estoy desesperado, no aguanto más, ¡llevo años, sin poder dormir!, son noches enteras que me las paso en blanco, sin un momento de descanso, ¡no aguanto más!, voy a terminar con todo esto, no vale la pena vivir. Llevo ocho años con este problema, he ido donde médicos psiquiatras, psicólogos, brujos, exorcistas ¿usted puede hacer algo por mí?
Santiago no pudo seguir hablando, rompió en llanto, le di el espacio para que lo hiciera y lo acompañé en su desahogo ante la frustración y la angustia. Todas las puertas que había tocado hasta el momento no le habían dado una respuesta contundente que le permitiera recobrar las fuerzas para enfrentar los retos que a sus 28 años tiene ante sí.
Quería darle a Santiago una respuesta inmediata, un remedio mágico para que en la noche pudiera ir a los brazos de Morfeo y sentirse abrazado por el descanso.
Entonces hice las preguntas obligadas: cuéntame de ti, de tus padres, tu relación con mamá, con papá, de tu infancia, tus hermanos. Con qué personas permaneciste de niño…
Santiago me habló de un niño que sólo tenía recuerdo de golpes y maltrato. De un padre alcohólico – drogadicto que llegaba en medio de la noche y encendía a machetazos a su madre. Ella salía corriendo a la calle de huida con sus cinco hijos, tenían que dormir en la acera, en una hoja de zinc que hacia ruido al moverse. De días y noches de hambruna.
De un adolecente que creció bajo los insultos de su madre porque había cometido el pecado de parecerse a su padre: “sos un inútil que no sirve pa nada, un fracasado, igual que tu papá”
De una juventud turbulenta, oscura, mediada por el maltrato, el vicio, otra vez la hambruna y caminada por el mundo de los maleantes.
Tres años atrás había conocido el amor de su vida, la mujer que le había mostrado otro camino, por ella lo había dejado todo, en pocos meses se convertiría en padre, pero la esa sombra oscura de su pasado lo estaba siguiendo.
Yo no podía ponerlo dormir con un chasquido de dedos. Santiago necesitaba encontrarse con sus miedos, sus culpas, sus complejos y resentimientos, aquellos que le rondaban en las noches. Necesitaba descargar el equipaje emocional pesado que llevaba a cuestas, para poder fluir con la vida como un rio silvestre. Había demasiada culpa en su maleta, pero Santiago se estaba permitiendo recuperar de su pasado, perdonarse y perdonar y eso sólo ya era un salto cuántico.
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