Hoy sentí ganas de escribir, cuántos motivos tengo para estar agradecida contigo por aparecerte en mi vida para iluminar tanta oscuridad. Aún recuerdo las primeras veces que fui a consulta llena de temores, creencias falsas, inseguridades, complejos, pensando que no era merecedora de nada, hundida en los recuerdos de una infancia dolorosa y montada en un sentimiento tipo carrusel con altibajos incluidos que no me permitían aceptar que había un ciclo que ya se había cerrado.
Anoche leyendo mis notas del cuaderno que utilicé en la terapia, pude darme cuenta de las cosas que he aprendido. Aprendí que la única responsable de mi felicidad soy yo, que nadie puede hacerme daño si yo no lo permito, que para vencer los miedos hay que enfrentarlos, que la autocompasión era el estado de confort que estaba limitándome y no me permitía desarrollar las capacidades que hoy descubro en mí, aprendí que el amor más importante es el que me doy a mí misma, que dar es maravilloso cuando la intención sale del corazón, con el verdadero desprendimiento y no con la intención de comprar afecto, ni agradar a nadie, aprendí que en la gratitud está la abundancia, también aprendí que en la soledad puedo encontrar la felicidad porque me permite encontrarme conmigo misma, escucharme y descubrir lo valiosa que soy, ya la compañía no es una obsesiva necesidad.
Leo y vuelvo a leer todos mis escritos y llegan a mi memoria los momentos en los que me decías palabras que sólo hoy en mi serenidad y reposo logro asimilar, frases como “no preguntes por qué ? sino para qué?”, le encontré lógica a “abraza tus sufrimientos”, pues me di cuenta que cuando se abrazan las dificultades con amor, se cierran más fácil los capítulos de dolor para abrir las puertas de la luz, “permítete sentir”, una frase que me devolvió la vida y que me permitió descubrir la gran mujer que hay en mí y la capacidad que tengo para dar y amar pero ya con más madurez, “escucha lo que te dice el corazón” si me equivoqué, ya no me importa, a fin de cuentas vine a este mundo a aprender.
Ya pasó la tormenta y en medio de la calma puedo reconocer que no te equivocaste cuando me enseñaste que las personas que yo pensaba eran quienes causaban mi dolor, simplemente son maestros en los que debía descubrir qué venían a enseñarme y en quienes pude reconocerme a mí misma en cada una de ellas, comprobé que todos somos espejo, todos somos uno solo.
… significas para mí seguridad, confianza y apoyo, por eso siempre veía que me llevabas de la mano por lugares muy iluminados…
Hoy considero que todo éste aprendizaje tenía que vivirlo para visualizar los problemas como oportunidades para crecer.
De todas las historias de mi vida, ésta ha sido la más linda, pues tuve la fortuna de contar con tu acompañamiento e incondicionalidad en todo momento. Ahora comienzo una nueva etapa en la que busco la iluminación de conciencia, crecer en sabiduría, no solo sentir paz sino vivir en paz y desearía si me lo permites, poder contar contigo.
Gracias, gracias, muchas gracias por haber sido Mi Luz en éste capítulo de mi vida