¡Eres  una manzana podrida!

¡Eres  una manzana podrida!

Susana es del sur, cuando chica se revelaba, era desobediente, vociferaba  y se vestía como una hippie, su madre que no toleraba ese comportamiento le gritaba: “vos sos una manzana podrida”. Susana se alzaba de hombros y seguía desobedeciendo, siendo altanera,  vociferando.

Susana salió de la escuela, luego  del colegio y finalmente se recibió en la universidad de ingeniería eléctrica, trabajó en varias empresas, saltando de aquí para allá, en ninguna parte pudo echar raíces. Se ha pasado  la vida cargando en sus hombros el mandato de su madre: “siempre me he sentido como una manzana podrida”

Nuestras palabras, nuestros  gestos, nuestros comportamientos marcan a fuego a nuestros hijos, fuimos marcados de igual manera por nuestros padres, como ellos lo fueron de los suyos, no hay escapatoria. Susana ahora tiene 54, sabe que la madre se lo decía a la chica rebelde, a la jovencita, a la adolescente, pero… no puede escapar de ello, esa marca que colgó su madre la lleva a todos lados, la seguiría llevando hasta el fin de sus días si no se hubiera armado de coraje para asistir a terapia y sacárselo de encima.

Decía que los padres nos marcan a fuego, que nuestros hijos lo son que nosotros lo fuimos. Todo influye en nuestros hijos, influyó en nosotros, lo que decimos sin pensar, con rabia, en un momento en que nos salimos de control, absolutamente todo nos marca, los límites que nos pusieron, el cariño que nos dieron, la confianza que nos trasmitieron, el modo en que aprendimos a cruzar las frustraciones.

Es una responsabilidad muy grande la de ser padres. Una  paciente alguna vez me dijo que debería existir una universidad, una carrera donde aprendiéramos a ser padres y yo le repliqué por supuesto que existe, son tus hijos, allí tienes en primera fila la oportunidad de ponerte a prueba y practicar. Cuando sales de la universidad estás repleto de conceptos y teorías, la práctica es la que pone a prueba tus fortalezas,  evidencia tus debilidades y te moldea para pasarte de aprendiz a  maestro, o para quedarte en la orilla  más ignominiosa,  la de la  mediocridad.

¿Te das cuenta del rol importante que juegas con tus hijos? ¿Qué rol jugaron tus padres contigo? ¿Cuáles fueron los mandatos que te marcaron a fuego? ¿Algo de aquello te genera angustia? Sabes que puedes resignificarlo y empezar a caminar de una manera nueva, no dolorosa. Busca ayuda profesional, sabes que puedes contar conmigo.

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