Solterona a mucho honor

Solterona a mucho honor

 

POR GABRIELA BUSTELO

El primer libro de Kate Bolick, Solterona (Malpaso, abril 2016) fue Libro Notable deThe New York Times en 2015 y está causando estragos por su defensa de una soltería femenina voluntaria y glamurosa. Periodista de la prestigiosa revista The Atlantic, Bolick colabora esporádicamente en The New York Times, Slate y Vogue, entre otras publicaciones. Organiza una serie de entrevistas anuales en la casa de Edith Wharton, en Lenox, Massachusetts, y es profesora de Ficción Creativa en la Universidad de Nueva York.
Abre usted fuego en su libro afirmando que las dos incógnitas que definen la existencia de toda mujer son con quién se casará y cuándo. ¿Es Solterona un intento de sublimar, como diría Freud, un trauma que toda mujer arrastra desde que nace hasta que muere?
Lo que pretendo explicar es que existen muchas mujeres felizmente solteras, que han elegido no casarse. Creo que a todas se nos educa para considerar nuestra vida adulta en términos matrimoniales. ¿Cuándo sucederá? ¿Cuándo le conoceré? ¿Quién será? Es un concepto de la vida muy limitado, pero no se nos informa sobre otras posibilidades, otros modos de vida perfectamente aceptables. De hecho, el matrimonio no es la llave de la felicidad. Pocas personas casadas son plenamente felices.
Escribe usted que no llegó a la soltería de un modo airoso. Pero al leerla da la impresión de que usted se hubiera sentido soltera incluso si se hubiera casado.
Es cierto. Pero pasé los 30 en soledad porque estaba convencida de que necesitaba aprender a estar sola, a cuidar de mí misma, porque siempre me había definido por mis relaciones con los demás: una buena hija, una buena hermana mayor, una buena amiga. Para ser una persona adulta, hay que saber estar sola. Ahora creo haberlo aprendido, pero he tardado mucho. Unas personas nacen sabiendo, otras lo aprenden.
¿La soltería es un estado civil que hace sentirse acomplejadas a las mujeres?
Una pregunta interesante. Sí, la soltería puede hacer sentirse muy visible. Las personas del entorno hacen conjeturas y a menudo opinan sin fundamento. “Ah, si estás soltera querrá decir que estás triste y sola”. Si se tienen relaciones sentimentales sucesivas, la gente también lo juzga. Al estar “en el mercado” se llama la atención. Todo esto es agotador. Las personas emparejadas tienen la ventaja de que se retraen, se apartan del escenario público, de las miradas de los demás.
En la literatura, el cine e incluso el cómic abundan los protagonistas masculinos solteros, desde Sherlock Holmes hasta James Bond y Supermán, a quienes no imaginamos casados. Pero faltan equivalentes femeninos, salvo la Holly Golightly de Truman Capote, que tenía una vida llena de problemas.
Efectivamente, es una prostituta, aunque en la película Desayuno con diamantes pulieron el personaje literario. Espero que mi ensayo contribuya a cambiar esos estereotipos.
Las solteras protagonistas de libros y series punteras como Sex and the City,Bridget Jones y Homeland muestran todas un histerismo latente que parece adjudicarse al hecho de no estar casadas. ¿Están todas atormentadas por el espectro fantasmagórico de la solterona?
Sí, sí. Es un fenómeno fascinante, ¿verdad? Como escribo en mi libro, el fantasma de la solterona sobrevuela la vida de estas mujeres, como una bruja subida a una escoba. A todas les da pavor.
¿Hasta qué punto es Estados Unidos un país más machista de lo que se podría pensar, con mujeres que pierden el apellido al casarse, que se someten al proceso de relacionarse mediante citas concertadas por los hombres y que van a los anticuados bailes de instituto (“proms”) y demás?
Me alegra que plantee eso. También lo pienso. Es asombroso que estas cosas se mantengan. Creo que está relacionado con el capitalismo y el consumismo. Cuanto más inseguras sean las mujeres, más productos de belleza y de gimnasia comprarán. Y también más ropa para ir al baile del instituto. Conservar la belleza y estar “en el mercado sentimental” cuesta dinero. Al sector empresarial le conviene una población femenina insegura.
Las revistas de moda tienen un papel esencial en este proceso de tortura voluntaria por el cual una mujer pasa toda su vida intentando conseguir una belleza física idealizada, como un burro que corre tras una zanahoria sin alcanzarla. ¿Son las mujeres el peor enemigo de la mujer?
Efectivamente, es algo que la mujer se impone a sí misma. Para librarse del bombardeo publicitario que una mujer recibe a diario se requiere mucha fuerza de voluntad. Es curioso que culpemos a los hombres de unos estándares de belleza que nos imponen otras mujeres. Lo que a los hombres les atrae de una mujer es mucho más amplio que lo que muestran las revistas de moda.
En Solterona describe a la mujer como una “persona adulta no autorizada”. Las mujeres son adultas en apariencia, pero ¿no les sobrevuela siempre un infantilismo que puede fingirse para atraer a los hombres?
El matrimonio con hijos es lo que da a la mujer su carné de adulto con un plus de persona intachable. En cambio una mujer soltera debe ganarse su estatus de adulta en una sociedad que la estigmatiza. Pero se puede luchar contra ello haciéndose respetar con autoridad.
En la campaña electoral estadounidense a menudo se menciona que Hillary Clinton es una mujer casada. ¿Ser soltera es un impedimento para llegar a los cargos políticos con poder?
Solo ha habido un presidente soltero en la historia de nuestro país. Es necesario tener una familia y una religión para aspirar al primer cargo político del país, sea hombre o mujer. Para una mujer de la generación de Clinton hubiera sido imposible plantearse la presidencia sin estar casada. Eso irá cambiando. A las solteras se las valora en el ámbito empresarial, porque al no tener familia pueden pasar más horas en la oficina, piden menos vacaciones y tienen pocos problemas ajenos al trabajo. Conviene resaltar que un hombre casado suele mejorar su rendimiento profesional mientras que una mujer casada rinde menos en el trabajo por motivos obvios.
Uno de los grupos sociales más poderosos de Estados Unidos es el de las personas solteras, que hoy son 100 millones. Dentro de este grupo, que ya supera al de los casados, las solteras tienen un importante papel pues son casi el 25 % del electorado. ¿Podrían ser ya las solteronas evolucionadas que describe en su libro?
No. En absoluto. Damos por hecho que las generaciones jóvenes son más avanzadas, en parte porque las cifras son impresionantes: el 53 % de las mujeres estadounidenses son solteras. Tienen un nivel educativo más alto que nunca, están más presentes que nunca en el sector laboral y demás. Pero siguen siendo una minoría. En el grupo de solteras se incluyen adolescentes, divorciadas y viudas, con lo cual es una cifra algo tramposa. Lo llamativo es que las mujeres jóvenes retrasan el matrimonio o ya no lo tienen como meta en la vida. En España, la edad media a la que se casan las mujeres es 32. En Estados Unidos es 27, pero en 1950 era 21. Así que la edad va en aumento y seguirá creciendo. Cuanto mayor es el nivel educativo de una mujer, más tarde se casa, si se casa.
Una de las solteras más célebres de la historia fue Isabel I de Inglaterra, que dijo: “Prefiero pedir limosna y seguir soltera antes que casarme”, pues sabía que el matrimonio en el siglo xvi hubiera significado perder todo su poder. ¿Toda mujer se convierte sin remedio en la sombra de su marido?
Es cierto que a solas se maneja el poder que se tenga sin comprometerlo y que la soltera es libre para vivir como quiera, viajar y pasar tiempo con quien quiera. Pero no olvidemos el factor económico. Para ser una soltera feliz es necesario tener resuelta la vida, como le pasaba obviamente a la reina Isabel. Históricamente han sido las aristócratas las que han podido permitirse el lujo de vivir solas. Es cierto que la postura de Isabel I fue radical, pero sus enormes ventajas se lo permitieron. Una mujer soltera con un trabajo mal pagado y en un piso pequeño puede vivir una vida triste y pequeña. En el mejor de los escenarios, la soltería significa crear un dominio propio, un espacio propio, un lugar propio en el mundo.
En ese espacio propio, la mujer no casada dispone libremente de su sueldo. ¿A qué dedica el dinero sobrante la soltera cool de hoy? ¿Cuáles son los caprichos que se permite?
Las solteras pudientes viajan mucho y compran libros, a menudo en formato papel [risas].
¿Y todo el asunto de coleccionar zapatos Blahnik y Jimmy Choo no resulta ya ramplón para la soltera vanguardista?
Bueno, esa sería la versión antigua de la soltera moderna, sería la Carrie Bradshaw de Sex and the City. La soltera evolucionada está más a favor de unos zapatos cómodos. Existen versiones cómodas de elegancia, que serían las que eligen las mujeres que se comportan como personas adultas.
¿En la soledad de la noche, las mujeres casadas fantasean con la vida de la soltera moderna?
Por supuesto. Lo llamativo del debate público que suscita este libro es que muchas mujeres casadas dicen: “¡Ojalá estuviera soltera!”. Lo que para unas es fantasía para otras es realidad.
¿En el Occidente poscrisis es posible que las mujeres jóvenes tengan problemas para encontrar el buen empleo necesario para llevar la vida de la solterona cool?
En la economía digital una mujer puede encontrar trabajo con más facilidad que un hombre.
¿En la solterona hay algo de reivindicación política, algo de actitud neorrevolucionaria?
No necesariamente, ya que depende de cada mujer. Una mujer conservadora como Condoleezza Rice es soltera y nunca se ha casado. La solterona voluntaria no tiene por qué ser feminista, a no ser que quiera convertirlo en un acto reivindicativo.
El título Solterona puede inducir a confusión ya que, como sucede en inglés con spinster, tiene una clara connotación negativa. ¿Cómo se le ocurrió?
Mientras estaba escribiendo el libro le puse un título provisional, muy malo, que prefiero no divulgar. Era una frase que tomé prestada de Carolyn Heilbrun, sobre quien escribo en mi libro. Cuando estaba a punto de terminar el libro visité a mi buen amigo Michael Cobb, que ha escrito el libro Single sobre los “desparejados”, como los llama. Fue él quien me sugirió el título. Pero cuando propuse a mi agente y a mi editora llamarlo Spinster, las dos dijeron que ni hablar.
¿Lo consideraban arriesgado?
Sí, pero es la palabra perfecta, porque resume la actitud cambiante hacia las mujeres solteras. Algunas mujeres verán el título y darán un respingo. La palabra todavía produce una reacción, aunque casi nadie la use ya demasiado en serio.
¿Temía usted que el libro pudiera catalogarse como un manual de autoayuda?
Sí, y estaba completamente en contra de esa posibilidad. Me dije: “A partir de ahora nadie me tomará en serio en esta ciudad”. Temía que el libro se confundiera con un libro de consejos o de dietas.
En Colombia, casi uno de cada dos habitantes prefiere la soltería al matrimonio y aproximadamente la mitad de la población está soltera, tónica ascendente como en el resto de Occidente, aunque los solteros sigan siendo considerados hasta cierto punto desarraigados o inadaptados. ¿Las causas de esto son biológicas o culturales?
Pues supongo que es las dos cosas, porque la sociedad considera que la mejor versión de una mujer es la de esposa y madre. La soltería es el reverso de la moneda. Los avances en técnicas reproductivas están cambiando el concepto de la maternidad, con mujeres que tienen hijos sin necesitar un hombre. Así que preveo una sociedad futura muy distinta. Pero las solteras se siguen considerando una anomalía, pese a ser mayoritarias, porque el ideal de madre/esposa se mantiene. Es una expectativa anticuada que no concuerda con la realidad.
Gabriel García Márquez, en Cien años de soledad, plasma la idea del ser humano solo en la multitud, del ser humano que nace solo y muere solo. ¿Está usted de acuerdo con esa idea?
Estoy cien por cien de acuerdo con García Márquez, cuya novela disfruté hace ya tiempo. Ver morir a mi madre me mostró la dureza de la soledad acompañada. Junto a su lecho de muerte tenía dos hijos y un marido, no estaba sola, pero se marchaba sola. Nuestra compañía no cambiaba el hecho de que estaba muriendo sola.
Las cinco escritoras que glosa en su libro por haberla despertado intelectualmente podrían considerarse sus madres literarias. ¿Estuvieron ellas a su vez marcadas por un influyente arquetipo femenino?
Tres de ellas, Maeve Brennan, Neith Boyce y Edna Saint Vincent Millay, tuvieron una madre muy presente. Edith Wharton y Charlotte Perkins Gilman, no. En mi caso, tuve una madre muy convencional, pero frustrada por no haber podido ser una escritora. Su influencia ha sido enorme.
La película Las sufragistas evidencia hasta qué punto las mujeres de hoy debemos agradecer nuestros derechos y libertades a nuestras antepasadas que lucharon por conseguirlos. ¿Cree que las nuevas generaciones de mujeres podrán entender esto mejor al leer su libro?
Espero que las mujeres de todas las edades lo lean y saquen provecho de él, no solo las muy jóvenes, sino también las de otras franjas de edad. Pero creo que las feministas veteranas como Gloria Steinem no necesitan leer mi libro. Ya se lo saben todo [risas]. Pretendo contar a las jóvenes lo que sucedía al acabar el siglo xx y empezar el xxi, un periodo reciente de la historia que ya parece olvidado.
¿Los hombres leerán su libro o lo catalogarán como “una de esas cosas de mujeres”?
Desde que empecé a escribir el libro tuve claro que todo el asunto es muy femenino. Soy mujer y escribo sobre mujeres. Hay muchas posibilidades de que a los hombres no les interese. Pero sé de varios hombres que lo han leído y les ha gustado.
¿Se planteó mientras escribía el libro que los hombres pudieran encontrarla menos atractiva o sexy por ser autora de un libro llamado Solterona?
Puede que suene raro, pero no me gusta que me cataloguen como sexy. Así que si sucede, me parece perfecto.
*Madrid
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