Mi papá es un egoísta, me va a dejar morir

Mi papá es un egoísta, me va a dejar morir

Con sus 17 años a cuestas Karla llegó a mi consulta. La vi pérdida, llena de angustia y miedos. Miedos que la recorrían desde la infancia y más atrás. Sus padres, Laura y Jerónimo se habían conocido de niños. Tenían, entonces, 14 y 16 años respectivamente cuando encargaron conscientemente a Karla, pues Jerónimo sentenció: “Yo quiero un hijo ahora, si usted no me lo da, me voy”.

Karla se desplomó en la butaca, se cubrió el rostro con el cabello negro, rebujado y empezó a llorar.

— ¿Cuánto hace que estás así? Le pregunté.

— Doctora, usted no le va a contar a nadie lo que yo le cuente, ¿verdad?

— Por supuesto que no Karla, puedes hablar tranquilamente.
— Desde siempre. Toda la vida he sido triste, toda la vida he llorado. Mis papás me tuvieron muy jóvenes, creo que vine a dañarles la vida. Ellos dicen que me planearon y me esperaron con amor. Pero creo todo lo contrario.

Karla continuo: A mi abuelo le gusta escribir y toda la vida ha llevado un diario. Un día él me entregó sus diarios para que yo los leyera y allí pude leer: “Jerónimo embarazó a Laura, están demasiado jóvenes para traer hijos al mundo, ya hablé con el cura para arreglar el problema”. ¿Y quién era el problema? Yo. Vine para dañarles la vida y a mí me trajeron al mundo a sufrir. Ahora mis papás manejan sus negocios, tenemos una buena posición económica, cuando estaba chiquita nos tocó pasar muchas dificultades. Claro que eso es lo de menos, lo peor fue cuando mi papá se fue de la casa y nos tocaba verlo a mi mamá y a mí con otras paseándose, abrazado con las mujerzuelas del pueblo. Y cuando volvió a la casa le pegaba a mi mamá, cómo le hacia algo así a alguien que era tan buena. Mi mamá siempre lo acompañó, estuvo con él y le ayudó a levantar los negocios. Conmigo ella era exigente, me puso a leer antes de los tres años, y cuando no entendía me pegaba.

Karla se queda pensando, ensimismada.

— ¿Qué te quedaste pensando?

Estoy perdida, no sé qué hacer, no sé que estudiar, ni si quiero estudiar. Estuve en Inglaterra estudiando inglés, no aprendí mayor cosa. Mis papás dicen que soy una desagradecida. Y tienen razón ya los he decepcionado mucho.

— ¿Y qué dice tu corazón?

— Quería ser actriz, cantante o algo parecido. Mi papá dice que tengo que ser una ingeniera financiera importante. Me dice qué es lo que tengo que hacer, cómo lo tengo que hacer. Yo pienso muy distinto. Por ejemplo, yo ahora tengo un novio, pero mañana podría tener una novia, uno se enamora de la persona no importa si es hombre o mujer. Si mi papá sabe que pienso así, me mata. Esto no se lo podría decir a nadie de mi familia. Por favor me regala un vaso con agua…

—Por supuesto ya te lo doy. Tómatelo y te preparas para ir a camilla.

Llevé a Karla a la camilla, a conectar con todo ese miedo que la habitaba de niña. Entonces apareció Melisa, la compañera del colegio que la detestaba y les mandaba notas a los profesores y compañeras en su nombre. La chica que en las clases de danza árabe se burlaba de ella, la misma que cuando tenía 9 años y Karla tenía 4 años la abusó. Los abusos del tío Efrén. Las amantes de su padre, los gritos de la madre para que fuera la mejor bachiller. Un peso en el corazón, miedos, dolores que Karla había transitado sola y que ahora la habitaban, una angustia que la abrazaba por completo y no la dejaba en paz. Una angustia que se había llevado sus ganas de comer, el sueño apacible que conoció sólo de bebé, estaba llena de desasosiego, falta de deseo, desconectada totalmente a la pulsión de la vida. Lo único que tengo claro es que quiero morir.

Me quedé pensando. Soy reacia a empaquetar a un consultante de medicamentos, pero en ocasiones es imperativo derivar para que el psiquiatra prescriba medicación. Así el consultante logra un cierto equilibrio y puede continuar con la psicoterapia. Hablé con el padre de Karla y este me respondió.

—Yo creo que esta muchachita lo que está es llamando la atención. Eso con el tiempo se le va a quitar.

Le expliqué a Jerónimo que de una depresión no se sale empujando a la persona a que le ponga ganas y empeño. Que a veces es importante el apoyo de medicación. Que si se atiende de forma oportuna es posible salir al otro lado.

—Muchas gracias me respondió Jerónimo.

Días después Karla se puso en contacto conmigo, continuaba arrastrando la angustia. Llorando me dijo, yo estoy clara con lo que usted me dijo, sé que necesito ayuda psiquiátrica, no sé porque mi papá es tan egoísta, él me va a dejar morir.

Karla aquí cuentas con este espacio para que te sientas contenida y escuchada.

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