Cambió su muñeca de trapo por…

Cambió su muñeca de trapo por…

Sostienen algunas corrientes que lo que pasa en el vientre de la madre no afecta para nada al bebé, pues en ese momento el cerebro no está completamente desarrollado. ¿Entonces cómo se explica lo que encontramos en terapia con algunos pacientes, cuando conectados con su inconsciente empiezan a rememorar, a revivir las memorias dolorosas del momento de la gestación o de los primerísimos días de vida? El neurobiólogo Peter Huttenlocher nos cuenta algo extraordinario: un feto puede llegar a generar hasta 250.000 neuronas… ¡por minuto!

De acuerdo, en ese momento un bebé no está en condiciones de entender el teorema de Pitágoras, tampoco un chiste, pero entiende el miedo, la tristeza, la angustia.

He escuchado a muchas pacientes revivir su estancia triste y angustiosa en el vientre, percibiendo el dolor y la soledad de la madre.

Irina una joven de ascendencia rusa trajo a mi consulta sus expectativas y lo primero que revive en conexión con su inconsciente es que se da cuenta de que no es bienvenida, que no es un buen momento para aterrizar en este mundo. Zulema, su madre tiene 15 años, ¡era otra niña! Su abuela apenas se enteró de la noticia montó en cólera, trató a Zulema de vagamunda, de cualquiera, y las echó a la calle “me desocupa ahora mismo la casa”.

Zulema se fue a la calle, como había venido al mundo, con una mano adelante y otra atrás. Le dolía las agujetas del hambre y la voz de su madre resonando en sus oídos “usted no sirve para un carajo, arregle la casa, prepare el almuerzo, atienda a sus hermanos, eso es lo que usted llama sacudir, definitivamente usted sirve para tres cosas para nada, para nada y para nada… nunca una caricia, una palabra de amor o de apoyo, nunca, para su madre, hizo nada bien.

Zulema vagó sola por las calles para conseguir un pedazo de pan, y trabajó en cualquier cosa: lavó baños, tendió camas, cuidó niños, atendió una porqueriza.

Cuando nació su bebé Zulema, se convirtió en el modelo de mamá que ella conoció, entonces Irina con sólo 2 años correteaba por toda la casa detrás de su mamá con una pregunta cacofónica, insistente: ¿mamá por qué tú no me quieres?

Después del proceso pudo entender que Zulema su madre había cambiado una muñeca de trapo, por una niña de verdad.

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