¡Cambia tus películas!

¡Cambia tus películas!

Pese a las apariencias, todos, absolutamente todos somos iguales, sí, tenemos diferente nacionalidad, diferente color de piel. Culturalmente tenemos diversas manifestaciones, en algunas culturas es válida la poligamia, en la nuestra la monogamia, algunos somos monoteístas, otros politeístas. No obstante, estas diferencias, y la lista es larga, todos los seres humanos somos iguales, y esta verdad absoluta la descubrimos cuando despojados de cada una de las capas superficiales llegamos por fin al centro del ser, al yo absoluto, al yo interno.

Las diferencias son capas exteriores, superficiales, que no permiten ver la realidad, obsérvalo a través de una cebolla, ésta posee una serie de capas externas, cuando quitamos cada una de sus capas llegamos por fin a la médula, entonces podemos ver y sentir su belleza esplendente.

Esto nos sucede a los seres humanos, tenemos una serie de capas y cuando las quitamos entonces nos encontramos con la verdadera esencia del ser: encontramos que nuestra naturaleza es la paz, su expresión es el pensamiento y su acción es el amor incondicional. Cuando nos identificamos con esa esencia, honrándola y respetándola en los demás y en nosotros mismos entonces encontramos la armonía interior que se refleja en el exterior, las dudas, los temores y la enfermedad se apartan de nuestra vida.

Es absolutamente revelador esto: que nuestra naturaleza es la paz, nos parece tan esquiva en la cotidianidad y por cosas triviales como una discusión, la perdemos. También la perdemos porque no podemos colmar plenamente nuestros deseos, y este es precisamente el reflejo que vemos a nivel nacional, la paz anda envolatada desde hace ya un buen rato y hacemos esfuerzos a todos los niveles para recuperarla.

Pero por qué perdemos la paz, porque olvidamos nuestra naturaleza divina; en el libro chocolate caliente para el alma, de Jack Canfiel y Mark Hansen, libro que le recomiendo a ojo cerrado, hay una historia que me encanta y nos refiere este olvido, escúchala:

Sachi, tiene 4 años hace dos días la mamita se fue al hospital y en pocos minutos regresará con papá, vendrán acompañados de su nuevo hermanito. Al siguiente día de la llegada del nuevo inquilino a casa Sachi pide: mamita, papito me permiten quedarme a solas con mi hermanito, pero mamá y papá están muy asustados, no pueden permitirlo, es posible que Sachi tenga un ataque de celos golpeé a su hermanito. No, responden papá y mamá una y otra vez. Pero Sachi insiste, ¡por favor! la persistencia y constancia al fin reciben premio: está bien Sachi, puedes quedarte a solas con tu hermanito.

Sachi sale emocionada como ráfaga que lleva el viento, entra al cuarto y cierra la puerta de un portazo, por el impacto, la puerta queda entreabierta, papá y mamá pueden ver y escuchar lo que sucede adentro: Sachi se acerca acariciando la cabeza del bebé y muy quedo le dice: hermanito vamos, dime recuérdame como es Dios, creo que lo estoy olvidando.

Igual que a Sachi, a ti y a mí se nos está olvidando cuál es nuestra naturaleza, absolutamente divina, hemos permitido que los temores, las dudas y las expectativas negativas sean nuestros inquilinos permanentes, para robarnos ese derecho divino que adquirimos al nacer: la paz y la armonía interior.

Regresar a la fuente es entonces el objetivo, cuando regresamos a ella, recuperamos la expresión pura del pensamiento y podemos proyectar la acción de ese pensamiento a través del amor incondicional, que se da sin esperar nada a cambio.

¿Y cómo es que nos olvidamos de esa naturaleza divina, para meternos en los rollos que la cotidianidad nos trae? ¿Quién juega papel determinante? Los hábitos mentales, creados a partir de la experiencia que tenemos con las personas que nos influenciaron desde la infancia.

Esos hábitos mentales constituyen los condicionamientos, algunos importantes para nuestra supervivencia por ejemplo comer. Si bien esos condicionantes son importantes para preservar la vida, existen otros nocivos, que lo único que hacen es debilitar nuestra estructura mental y menguar la salud. Uno de ellos, bastante frecuente es el de tremendizar: esto es llevar pensamientos a sus extremos máximos posibles. “Crear películas mentales, fatalistas”.

Es el caso de la madre que está esperando su hijo y como se está demorando ella empieza a tremendizar: que tal que lo hubiesen atracado, que tal que lo hubiese atropellado un carro, que tal que lo hubiesen secuestrado, que tal que…

Esta conducta de tremendización es absolutamente devastadora para nuestro sistema inmune, es decir que somos fácil presa de las enfermedades, pues la mente no distingue entre lo que sucede en forma real y las creaciones, proyecciones mentales o pensamientos. Observa las reacciones que tienes cuando tremendizas: tu corazón late aceleradamente, tu presión cardíaca y arterial son mayores, tus palmas están sudorosas, tus pupilas dilatadas, ¡los mismos síntomas de cuando la situación se presenta en forma real!

A lo que conduce este habito es a crear una situación de stress y angustia constante, por todo tipo de situaciones: si el marido se demora, si es llamado a comparecer ante el jefe, si se incrementa el costo de vida, si la hija sale de paseo, si….absolutamente por todo, este tipo de postura conduce a deteriorar la salud mental y física.

¿Qué hacer entonces? Existen varias técnicas, fáciles, sencillas, aplícalas y me sentiré encantada de ayudarte en esos difíciles momentos, además te sentirás más dueño de tu propia vida, recuperarás tu verdadera naturaleza, ¿recuerdas cuál es? La paz.

Cuando empiece a tremendizar o a tener pensamientos obsesivos piensa en rompe – ciclos, tres técnicas fáciles: 1.estiramiento, 2. respiración, 3. observación. Son tres opciones para aplicar de manera individual o si el espacio te lo permite practica una después de otra en su orden: 1. Estírate como un gatito, desperézate, involucrando cada una de tus partes. 2. Haz conciencia de tu respiración, sin controlarla: te das cuenta de cuándo inhalas, del ligero espacio vacío y de la exhalación. 3. Observación, la técnica reina: observa tu mente, lo que pasa por allí, tus pensamientos. ¡Te encontraras con una impactante sorpresa!: la mente se avergüenza cuando la observamos y entonces permites que una deliciosa paz te envuelva.

Luz Marina Hoyos Duque

Articulo para la revista Negocios
Periódico La Patria
Medellín,
julio 15 de 1998
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